
Nos hace notar que en una ciudad donde los niños y las niñas están por la calle es una ciudad segura, no sólo para ellos, sino también para los ancianos, los disminuidos y para todos los ciudadanos. Su presencia representa un estado de aliento para que otros niños y niñas aparezcan y un freno para los autos. Una ciudad desierta, repleta de autos, en cambio es peligrosa para los niños y las niñas, es peligrosa para todos porque invita al crimen y lo vuelve inevitable.
Esta situación es palpable, si uno recorre la Ciudad de México es difícil encontrar grupos de niños y niñas. Poco a poco, los recluimos al interior de las escuelas, los departamentos y centros comerciales. La ciudad se siente insegura, peligrosa, amenazante. Falta la presencia infantil como un indicador de que los consideramos realmente ciudadanos. Algo tendríamos que hacer para recuperar la salud de la Ciudad de México.

Pensando así, podemos notar que a pesar de la pobreza que existe en muchos pueblos de nuestro país vemos en esas comunidades con mayor facilidad a niños y niñas, jugando, ayudando en casa, caminando en grupos para ir al preescolar o la escuela primaria. En este sentido, a pesar de las carencias, son lugares más amigables para los niños y las niñas.
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