Lo que es importante para el desarrollo de la autonomía moral, es la proporción general de las situaciones en las que los niños tienen la posibilidad de coordinar sus puntos de vista con los demás. La mayoría de nosotros hemos sido castigados. Sin embargo, en la medida en que tuvimos la posibilidad de coordinar punto de vista con otros, tuvimos la posibilidad de construir una moral autónoma.He contado en inumerables ocasiones la siguiente anécdota, cuando un niño al que llamaré B me mostró lo difícil que es respetar el punto de vista de otras personas. Esta historia ocurrió en un centro preescolar hace varios años, incluso el centro ya no existe.
Estaba realizando una observación del trabajo de una educadora. El grupo trabajaba en un proyecto sobre la naturaleza. Esa semana los niños y las niñas habían recolectado una serie de hojas de distintos árboles. Las habían examinado, observado con lupa. Los niños, las niñas y la educadora conversaban, revisaban, describían sobre las distintas características de las hojas, de los árboles. Me gustó mucho lo que veía y escuchaba. Para terminar el día, la educadora les pidió a los niños y niñas realizar un dibujo "libre". Los niños y las niñas tomaron colores, plumones, hojas blancas, lo que necesitaran para realizar sus dibujos.
Me acerqué a varios de ellos para mirar su trabajo. Mi atención se centró en B, realizaba un hermoso bosquejo de un árbol, trazó el tronco, las raíces, las ramas, cuando estuvo satisfecho, tomó el color morado y comenzó a iluminar las hojas del árbol. Yo me sorprendí, y miré al centro de la mesa, en las paredes. Todos me mostraban que había una gran diversidad de hojas verdes... ¿acaso el idea de traer objetos reales no funcionaba? ¿por qué este niño que participó tan activamente parece no haber aprendido algo?
No pude evitar intentar descubrir que pensaba B. Le pregunté que habían realizado en la semana, que habían investigado. B con gran calma me explicaba, y con gran seguridad seguía iluminando su árbol de color morado... hasta que le hice notar sobre las hojas de los árboles que estaban sobre la mesa. Me voltea a ver y me dice:
Paco, ya sé que las hojas de los árboles son verdes, pero este es mí árbol y yo quiero pintar las hojas de color morado.Y continuó dibujando su hermoso árbol. No podré olvidar esta historia, se quedó grabada en mi memoria, me recuerda lo difícil que resulta respetar la libertad y autonomía de los niños y las niñas.
Además, ¿no existen árboles de distintos colores? En la Ciudad de México y Mérida podemos encontrar en ciertas épocas del año, hermosos árboles de color morado; las jacarandas iluminan nuestras ciudades.
B, un niño de 5 años, me enseñó las limitaciones de mi pensamiento y las cadenas que imponemos a la imaginación.
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