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domingo, 29 de noviembre de 2009

Museo Anahuacalli

¿Sabes quien es Diego Rivera?
Mónica: Se que tiene una casa que tenía un puente para cruzar y otra casa que esta hecha de piedra.
Eugenio: Es el esposo de Frida Kahlo, el hace pinturas.
Maya: El puente era para Frida Kahlo porque estaba enferma.


Hace un par de semanas tuvimos nuestra primer salida del ciclo escolar, decidimos llevar a los niños al Museo Anahuacalli para hacer el cierre de nuestro proyecto de día de muertos y para que los chicos tuvieran la oportunidad de conocer la herencia que Diego Rivera dejo al pueblo de México.
Este museo fue diseñado por el gran muralista mexicano Diego Rivera para albergar su vasta colección de piezas prehispánicas, una de las más grandes del país, piezas que fue recolectando a lo largo de su vida y que fueron un motivo de inspiración en la estética de su obra. Retomando características de la arquitectura teotihuacana y azteca, Diego Rivera planeó este espacio, como un sitio donde se llevarían a cabo diversas expresiones del arte como teatro, danza, pintura y música, inmersos en una atmósfera cuya arquitectura es una búsqueda de la esencia de lo mexicano a través de su rico pasado precolombino.

Corriendo por la explanada del museo.
Preparándonos para el almuerzo.
Ofrenda a Diego Rivera; utilizaron Chiles secos, ajos, tejocotes, charales, frutas, calaveritas, pan, cacahuates y flores de cempasuchil.
Listos para entrar.
Dentro del museo.
Grabados en el techo.
Algunas de las miles de piezas de la colección.
Figuras humanas.
Un poco de descanso, arte y juegos.
Maya: Me gusto cuando adornamos las calacas y cuando vimos las piezas que hay en el museo de figuras de personas.
Santiago: Me gusto cuando corrimos afuera del museo, cuando entramos a ver las piezas prehispanicas, vimos una serpiente y un dragón en el techo.
Daniela: Me gusto hacer las calaveritas, subir y ver la estrella roja que tenía en el techo, yo creo que en la noche la encienden.
José: Había serpientes arriba en la pared, piezas de piedra y una calavera gigante.
Gael: Me gusto hacer calacas y la ofrenda que hicieron de frutas y de flores.
Mónica: Me gusto la ofrenda que hicieron de Diego Rivera con chiles y fruta.
Gerald: Había formas en los techos como de serpientes.
Pablo: Me gusto el taller de calaveras.

lunes, 17 de agosto de 2009

Algunos lugares en París

Emiliano: Paseo por la Torre Eiffel
Esperando su turno en la taquilla
La ruta a seguir
Emilio: El pintor callejero
El barrio de Montmartre, disfrutando el día
Danna: La foto del recuerdo
Erica y Daniela: Las bailarinas
El arco del triunfo
Todos arriba
La catedral de Notre Dame
Moisés: Leyendo el mapa

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Los niños y niñas como indicadores de bienestar para las ciudades y pueblos

Francesco Tonucci piensa que los niños y las niñas pueden ser considerados como un sensible indicador de bienestar de la ciudad: si en la ciudad hay niños y niñas que juegan, que pasean solos, significa que la ciudad es sana; si en cambio en la ciudad no se encuentran niños, significa que la ciudad esta enferma.

Nos hace notar que en una ciudad donde los niños y las niñas están por la calle es una ciudad segura, no sólo para ellos, sino también para los ancianos, los disminuidos y para todos los ciudadanos. Su presencia representa un estado de aliento para que otros niños y niñas aparezcan y un freno para los autos. Una ciudad desierta, repleta de autos, en cambio es peligrosa para los niños y las niñas, es peligrosa para todos porque invita al crimen y lo vuelve inevitable.

Esta situación es palpable, si uno recorre la Ciudad de México es difícil encontrar grupos de niños y niñas. Poco a poco, los recluimos al interior de las escuelas, los departamentos y centros comerciales. La ciudad se siente insegura, peligrosa, amenazante. Falta la presencia infantil como un indicador de que los consideramos realmente ciudadanos. Algo tendríamos que hacer para recuperar la salud de la Ciudad de México.

Pensando así, podemos notar que a pesar de la pobreza que existe en muchos pueblos de nuestro país vemos en esas comunidades con mayor facilidad a niños y niñas, jugando, ayudando en casa, caminando en grupos para ir al preescolar o la escuela primaria. En este sentido, a pesar de las carencias, son lugares más amigables para los niños y las niñas.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El juego infantil

Me gustan las ideas de Francesco Tonucci, también conocido como Fratto, cuando habla de los niños y las niñas. En su libro La Ciudad de los Niños se pregunta sobre el fantástico desarrollo infantil.
En los primeros años de la vida no hay maestros, no se usan materiales didácticos y no se hacen programas: entonces, a qué podemos atribuir el mérito de un crecimiento tan importante? Me parece que no tenemos alternativa y sólo podemos atribuirlo a la más significativa actividad de estos primeros años: el juego. Pero, ¿por qué esta actividad infantil tiene un poder tan grande? El niño vive en el juego una experiencia rara en la vida del hombre: la experiencia de enfrentarse por sí solo con la complejidad del mundo; él con toda su curiosidad, con todo lo que sabe y con todo lo que sabe hacer, y con todos sus estímulos, sus novedades, su atractivo. Y jugar significa recortar para sí mismo cada vez un trocito de este mundo: un trocito que comprenderá a un amigo, a objetos, a reglas, un espacio a ocupar, un tiempo para administrar, riesgos a correr.
Casi siempre en el recreo de los centros preescolares podemos ver cómo grupos de niños y niñas se reúnen para jugar, con una mirada traviesa y llena de complicidad. A veces me acerco a ellos o ellas y muchas veces me explican su juego, y muchas veces me sorprendo de la complejidad de las reglas que utilizan.